Cuando vi las palabras “ciencia ficción” y “romance” juntas en la ficha de «In your eyes» tuve un poco de miedo por lo que podría encontrarme, sobre todo teniendo en cuenta algunos antecedentes que tienen las películas que juntan estos dos temas. El mal sabor de boca que ha dejado “Entre dos mundos” (Jim Sturgess y Kirsten Dunst, 2012) me frenaba para comenzar con esta historia. Sin embargo, ver a Zoe Kazan entre el reparto hizo que la curiosidad pudiese más que el “miedo”, y estaré por siempre agradecida.
Un inicio que te engancha
La película nos presenta a dos niños, un niño dando clase y una niña jugando en la nieve con su madre. Cuando la niña se tira con su trineo, el niño empieza a notar cómo tiembla su pupitre, y queda inconsciente a la vez que ella choca contra un árbol. Con esta primera escena ya se nos plantea la extraña conexión que une a los protagonistas. Inmediatamente después vemos a Rebecca y Dylan, en la actualidad, en dos entornos completamente diferentes.
Rebecca (Zoe Kazan) vive en New Hamshire con su marido, el doctor Phillip Porter, y tiene una vida tan cómoda como aburrida, en la que le toca acudir a las fiestas del brazo de su marido como mujer florero y poco más.
Dylan (Michael Stahl-David) es un ex presidiario en libertad vigilada, que vive en una caravana en Nuevo México, donde trabaja en un servicio de limpia coches.

Poco a poco vamos viendo cómo la unión entre ellos se va haciendo más fuerte cuando se dan cuenta de que pueden ver y escuchar lo mismo que el otro. A partir de ese momento su relación se hace más estrecha, fortaleciendo el hilo que los une desde pequeños, cuando recuerdan momentos de la vida del otro, como la primera noche en prisión de Dylan o el primer desengaño amoroso de Rebecca (imposible no reír con la historia de la pobre chica).
Una química maravillosa
Suena a disparate decir que “In Your Eyes” consigue que sintamos la química entre dos personajes que no comparten escena, pero la historia se nos presenta de una manera tan tierna y sincera que nos hace ser parte de las conversaciones entre Rebecca y Dylan, reír, y hasta emocionarnos con ellos con cada trocito de historia que nos van dejando ver.

Si esto ocurre es gracias a un par de factores: un ritmo ligero pero constante, que solo tiene unos minutos flojos hacía el final de la cinta pero que no le resta demasiado; un montaje cuidado que te va transportando de New Hamshire a Nuevo México sin darte cuenta, y una pareja protagonista que funciona de maravilla.
A Zoe Kazan (Ruby Sparks, Amigos de más) ya la había visto varias veces antes, y es sinónimo de garantía. Tiene una expresividad apabullante que obliga a conectar con ella desde la primera aparición en pantalla y eso es algo muy importante en una película como «In Your Eyes». Su aspecto de niña buena, acompañado de su sonrisa y su delicadeza al moverse hace a todos caer rendidos a sus pies.
A Michael Stahl-David (Monstruoso, Show me a hero) no lo tenía en lista y ha sido una sorpresa de lo más agradable. Cumple perfectamente con su papel de chico retraído e inseguro que cae en la delincuencia para encajar en un grupo, pero que en el fondo es un buenazo que necesita escapar de ese pasado. Derrocha dulzura y eso, acompañado de su voz, lleva a encariñarse de su personaje muy pronto.
La banda sonora, un personaje más
Otro punto a destacar de “In Your Eyes” es su banda sonora. Cuenta con temas de Tony Morales, The Lumineers y Matt Andersen, entre otros. Cada canción está elegida al milímetro y da a la película el empujón que necesita en cada momento, haciendo totalmente redonda la que, para mí, es la mejor escena con la canción “Trouble I’m in” de Twin Bed.
Un final irregular y forzado
Como mencionaba anteriormente, el problema de la película llega casi al final; cuando se intenta dar un dramatismo excesivo al torcer una historia que iba muy bien encaminada. El giro en el guión parece estar metido con calzador, rompiendo el clima que crean durante la primera hora y media.
Es gracias al recuerdo de ese clima y a la pareja protagonista, por lo que el sabor de boca que queda una vez aparecen los títulos de crédito es más que positivo que negativo, convenciendo al espectador de que no ha estado ante una comedia romántica del montón, sino que ha visto una historia diferente que merece, y mucho, la pena.