Dirty Dancing es otra de esas películas eternas que por muchos años que pasen, la seguimos viendo igual que la primera vez y, lo más bonito, que las nuevas generaciones cinéfilas que vienen detrás hacen lo mismo.
Nos sabemos de memoria la historia de Johnny y Baby y cómo se conocen durante unas vacaciones de verano. Ella como huésped y él como profesor y bailarín. Todo muy normal hasta que, cosas que pasan, Baby debe ejercer de compañera de Johnny y bailar con él; y entre ensayos, pasos de baile y horas juntos surge una relación que nos ha conquistado a todos y se ha hecho eterna en el mundo del cine.
Pero dejando a un lado el proceso del baile que ocupa gran parte de la historia, Dirty Dancing no sería lo mismo sin la escena final, el salto que parece que no sale pero sale, la canción y el triunfo que significa.